Iaies: “Mendoza tiene un grave problema de ausentismo docente”
14 de Diciembre de 2012
Convocado por María Inés Abrile de Vollmer, estuvo trabajando en intensas jornadas con cientos de docentes mendocinos, y pasó por MDZ para hablar de dos temas fundamentales en cuanto a la educación: la calidad educativa y la deserción escolar.
“Es importante que Mendoza se plantee para dónde quiere ir. Hay que entender que el sistema educativo es una herramienta para ir hacia allí, pero no es quien fija las metas. Los dueños de la educación mendocina son los mendocinos, no ‘tal o cual’ sistema educativo. La sociedad mendocina debe decirle al sistema educativo lo que espera que pase. No hay viento favorable para el que no sabe a dónde va”, comienza diciendo Iaies.
– ¿Qué es calidad educativa?
– La calidad educativa tiene que ver con la capacidad de explotar los potenciales de los chicos para que puedan aprender y desarrollar la mayor cantidad de competencias y habilidades posibles.
Algunos mezclan este concepto con lo que es la medición de esta calidad. Seguro que no se mide tomando una prueba, pero los resultados de un examen hablan de la calidad: cuando yo voy a ver una escuela donde los chicos aprenden mucho, esto es un indicio de que hay muchas otras cosas buenas que están pasando. Seguramente los profesores van todos los días, están motivados con el proyecto, se identifican con los chicos, quieren trabajar con ellos.
Pienso que hay que dejarse de discutir. Los argentinos nos encerramos en discusiones teóricas poco interesantes.
Dejemos de perder tiempo en discusiones teóricas. Necesitamos que los chicos aprendan más.
– ¿Cuál es tu visión de la calidad educativa de Mendoza?
– Mendoza tiene condiciones para tener una educación mucho mejor de la que tiene. Yo me he encontrado con buenos directores, buenos supervisores, buenos maestros. Es una sociedad que valoriza políticamente la educación.
El sistema político respeta mucho al sistema educativo, a diferencia de otras provincias. Es muy raro que en Mendoza un intendente se meta dentro de una escuela, a menos que un director haya pedido que le arregle un baño, por ejemplo. La política no está metida dentro de la escuela.
Tengo la sensación de que es un sistema educativo que tiene muchas condiciones pero que no sabe muy bien qué es lo que quiere, o a dónde va.
– ¿Cuáles son, entonces los puntos débiles?
– En principio, lo primero que hay que mejorar es saber a dónde se va. Queremos que los chicos mejoren en el aprendizaje, queremos que estén más tiempo en la escuela. Vamos a ponerle a eso metas. Vamos a decidir como vamos a controlar si eso va o no va.
Si en Mendoza le pregunto a un rector “¿Tu escuela anda bien?”, me va a decir que sí o que no, pero no tiene un indicador para determinarlo. Si les pregunto “¿Cuántos chicos pierden por año?” tampoco es un número que tengan en la cabeza. Esto, porque está naturalizado el hecho de que hay muchos chicos que se van de la secundaria.
Si nosotros medimos las metas, le daremos sentido al sistema. Esto va a hacer que todos hablemos de lo mismo, que tengamos un número común, y que podamos tener alguna visión de mejora o estancamiento.
En segundo lugar, tenemos que trabajar muy fuerte sobre los padres. La sensación en la escuela es que los padres se fueron, “defaultearon”.
Mendoza tiene un gravísimo problema de ausentismo docente, especialmente en la secundaria. Los profesores faltan mucho en gran medida porque sienten que la escuela se ha vuelto un lugar poco placentero. Hay que darle más autonomía a las escuelas, y dejar de trabarlas administrativamente. También tenemos un problema en cuanto a la motivación de los chicos.
Sin embargo, vuelvo a recalcar que es un sistema que, trabajando, se pueden superar esas dificultades, y que no es un problema de recursos. Los recursos están, pero hay que articularlos mejor.
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– ¿Podés realizar una comparación entre la anterior Ley Federal de Educación y la actual Ley Nacional?
– Yo particularmente no veo gran diferencia entre la Ley Federal de Educación de los años 90 y la Ley Nacional de Educación que rige desde 2006.
El sistema educativo argentino tiene un problema: en la última ley nacional aparece como sesenta veces la palabra “derechos” y solo siete la palabra “obligaciones”. Todos creemos tener derecho a decidir cosas pero pocos nos comprometemos a hacer las cosas que hay que hacer.
– Es decir que tu crítica va por el lado del control. ¿Es una ley confusa en cuanto a los deberes de los docentes y alumnos?
– Necesitamos un nuevo contrato educativo que plantee claramente de qué se hacen responsables los docentes, de qué los padres, de qué el Estado y de qué los chicos.
Tiene que ser mejor hacer las cosas bien que hacerlas mal. Hoy un maestro que se esfuerza, está todos los días frente al grado y logra buenos resultados gana lo mismo que uno que va tres veces por semana. Esto a la larga es un mal mensaje.
Los alumnos sienten lo mismo: hacer las cosas bien o mal, es parecido. La escuela no te reconoce cuando te esforzás, pero para el que no lo hace, hay miles de opciones. Eso defrauda.
– Hay una bajada de línea hacia los docentes que ninguno quiere reconocer oficialmente, pero la aseguran off the record: “hay que aprobarlos a todos”, “tienen que pasar”, te dicen. Por eso se baja cada vez más la calidad de contenidos…
– Si esta es la orden, no hay nadie cumpliéndola. En Mendoza, más de la mitad de los chicos que empiezan el camino de la secundaria, no la terminan. Esto es así desde hace quince años. Así es que si alguien decidió que a los chicos había que retenerlos, fracasó.
– ¿Cómo se reduce, entonces, la deserción escolar?
– Los chicos van a quedarse en la escuela cuando el proyecto sea interesante. Cuando uno habla con los chicos que desertan, las principales razones de esa decisión tienen que ver con que la escuela los aburre, o que no le encuentran utilidad.
Tenemos que retener a los chicos en una escuela que enseñe. Retenerlos porque sí, no tiene sentido. Tienen que quedarse por el aprendizaje, no para hacer tiempo.
– ¿Qué pasa con el fracaso escolar? Esos chicos que tardan nueve o diez años en terminar el secundario…
– En Mendoza los chicos no tiran la toalla a la primera de cambios. Hay un indicador que se llama “tasa de sobre edad” que es el que marca el número de repetidores y sucede un fenómeno importante: mientras que en otros lugares, como México y Colombia, los chicos que repiten se van de la escuela, en Mendoza eso no pasa. Los pibes la siguen peleando.
Eso es un mensaje fuerte para los adultos: no puede ser que nosotros no nos podamos ordenar, si estos chicos quieren seguir y ponen fuerzas para ello. Tienen claro que si dejás la secundaria la tenés muy difícil en el futuro. Por eso es que muchos vuelven después.
Acá lo que está fallando es la alianza de los adultos: los padres, los docentes y los funcionarios.
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– ¿El punto clave de la deserción se centra en el interés o no existente en el alumno y el docente?
– Por supuesto que no. Hay motivos sociales y situaciones vinculadas a crisis familiares y personales… pero te diría que le punto clave es cuando los chicos pierden la idea del “para qué”. Yo siempre les pregunto a los alumnos “¿Qué es un buen profesor?”, y ellos contestan que es un tipo que sabe, que viene todos los días, y que enseña. Los chicos valoran a los profesores que saben y dan clase. Esta idea de que hay que hacerse el joven, el piola no es a lo que ellos le adjudican valor.
– ¿Cómo hacemos entonces para rebatir el fracaso escolar?
– Como primera palabra, quiero remarcar que es un buen dato esto que sucede en Mendoza, que cuando fracasan, no se van. Pero hay que tener dispositivos para hacer frente a esta problemática. Algunas herramientas: saber ordenarnos y transmitir el orden. Pautas más cortas, metas claras de lo que tienen que lograr.
Si vos ves la carpeta de un chico que se llevó diez materias y no hay hojas, no están los temas, es imposible que pueda estudiar. Te lo ejemplifico de esta manera: cuando vos, periodista, vas a escribir una nota; tenés que preparar tu material, investigar, informarte, entrevistar, grabar o tomar nota con papel y lápiz, luego transcribir, ordenar las ideas, redactar. Es una secuencia de orden. Esa misma secuencia es la que hay que enseñarle al estudiante. Creo que se está fallando en que no se los está ayudando a ordenarse.
Los chicos fracasan más porque no encuentran un orden en la escuela secundaria, que porque intelectualmente no puedan aprender las materias.
Además de lo anterior, creo que debe haber un trabajo de los profesores: enseñar de otra manera. Hay materias poco interesantes enseñadas de manera poco interesante. Si yo tuviera que reformar algo en Mendoza, yo bajaría la cantidad de materias y alargaría la duración o carga horaria de las mismas. A mi no me sirve que un chico tenga historia durante cinco años dos horas por semana, sino que prefiero que tenga dos años, ocho horas por semana. Este modelo de zapping curricular de la escuela secundaria con quince materias de dos horitas por semana termina generando una dinámica que consiste en “en una hora te explico y en la otra te tomo lección”.
Bajo el modelo actual un profesor da clases en muchas divisiones, y tiene muchos alumnos. Teniendo pocas horas en varios cursos. Corre de uno al otro, y esto no permite que conozca a los chicos con mayor profundidad, ni que genere vínculo. El establecimiento de un vínculo humano, sobre todo con los chicos con edad entre once y diecisiete años, es fundamental.
– ¿Si tuvieras que expresarme un consejo esencial en materia educativa, cuál sería?
– Las normas, cuidan. Un aula indisciplinada es un aula en la que a los chicos con más dificultades les va peor. A los chicos buenos, les va bien en cualquier salón de clases. Todos tenemos que entender que un aula desordenada es profundamente inequitativa: no ayuda y perjudica más a los que más dificultades tienen.
Una escuela en donde los adultos no son la autoridad, quiere decir que la autoridad la tienen los pibes más violentos. Si el adulto no le garantiza al joven o al niño un cierto orden y una cierta tranquilidad para poder estudiar, no puede aprender. El docente debe asumir la responsabilidad de que el alumno tiene condiciones para aprender y eso debe suceder en el aula.
Sintetizo: Mendoza no tiene razones como para no tener una buena educación. Es una cuestión de articular a los actores y cambiar algunos valores. Por ejemplo, la obligatoriedad no quiere decir que hay que retener al chico bajo cualquier costo, significa que el Estado debe garantizarle que si cumple determinadas condiciones hay lugar para el, un proyecto para el. Pero no es permitir todo. Si el chico tiene cuarenta faltas, no puede aprender. No podemos dejarlo faltar así.
– Última pregunta: ¿Qué opinás del proyecto de retirar la amonestación como sanción disciplinaria y cambiarlo por un sistema de puntaje?
– Creo que cualquier sistema disciplinario va a funcionar si hay una premisa básica: hay una norma, y debe ser cumplida. Si el sistema es el de la amonestación, y los pibes saben que el tope son veinte amonestaciones, a la número 21, se terminó.
El verdadero problema se da cuando se pone una norma y luego no la cumplimos. Con esta conducta, a los chicos se les da el mensaje de que todo se negocia.
Nota. Iaies, luego de la entrevista, sintió que debía aclarar algunos conceptos y envió por correo electrónico las siguientes apreciaciones, que se reproducen literalmente:
“Creo que es importante aclarar que cuando me refiero a la falta de metas claras, esa es una responsabilidad de toda la sociedad, explicitar los objetivos públicos y creo que la ley en la que se está trabajando debería ser clara en los objetivos, definir pocos, claros y medibles”.
“Me parece que esa responsabilidad no puede quedar solamente en manos de la Directora General de Escuela, por más prestigio y capacidad que ella tenga. Con el reconocimiento que tengo por la figura de María Inés Vollmer, las metas, el sentido, son de la sociedad”.
“Las autoridades deben conducir el cambio, pero la dirección del mismo es de todos, porque a la hora de implementar la política, el impacto depende de que los docentes, los directivos, los supervisores, los padres y los alumnos, se comprometan con ellos”.
“La política mendocina, la sociedad civil, deben definir lo que quieren de su educación, por ejemplo. Cuando decimos que la escuela es obligatoria, ¿que quiere decir eso?, ¿que la escuela debe sostener el lugar del chico en cualquier situación, aún cuando el chico, y fundamentalmente los padres no están cumpliendo con las normas que protegen el trabajo de la escuela, la tarea de enseñar y aprender. O el estado debe garantizar una vacante y los chicos y fundamentalmente sus familias, deben cumplir con las condiciones que les permiten ser beneficiarios de ese derecho”.
“Esa no puede ser una decisión de la Directora General de Escuela solamente. Si el legislativo es la representación de la sociedad mendocina debe dar estos debates, debe integrar a la sociedad civil, y no centrarse en cuestiones administrativas y técnicas”.
“Creo que se notan cambios interesantes en la política educativa mendocina, pero serán exitosos si la sociedad los hace propios, no sirve que la comunidad “descargue” la responsabilidad sobre las autoridades. Los padres deben comprometerse con el proceso educativo de sus hijos, los docentes deben entender que la prioridad es el aprendizaje de los alumnos, las autoridades, directivos, supervisores, deben ser capaces de comunicar esos compromisos”.
“El gran desafío de la política educativa es construir una sociedad educadora, adentro y afuera de la escuela. Y me parece que una ley pesada, confusa, burocrática, administrativa, no aporta en este sentido. Confío en que el parlamento será capaz de hacerlo”.
“Creo que Mendoza tiene una excelente profesional al frente de la DGE, pero la educación es de la sociedad, más allá del interesante aporte que ella pueda hacer”.